Ni más cazo!!

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    luchocas
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    Otro relato de una perdida en el campo…

    Ni más cazo
    El bosque seco ecuatorial es el mejor hábitat para el venado gris o “cola blanca”. Además también es costa y no te agitas por la altura, como con los venados serranos. Chóchope es un lugar cercano a Motupe en Chiclayo y los venados caminan ramoneando en los bosques de algarrobos, donde abundan las ardillas y en épocas del Fenómeno del Niño, bajan los sajinos y algún otorongo perdido. Los pumas son también muy comunes y no hay día que no se observen sus huellas o el producto de sus fechorías. No es raro ver los rastros de los osos todavía y es un lugar maravilloso para cazar. Jorge nos había invitado varias veces a cazar con el Goyo, un viejo que quedó tuerto al hacer un disparo con “cartucho pa león” a un oso. Cuando se despertó del trauma, tenía a el oso muerto a 50 metros y él, la cara desfigurada. Es común ponerle doble carga a las escopetas de avancarga para la caza mayor y a veces ocurren estos accidentes. Goyo había sido guía del viejo de Jorge  y se conoce todos los huecos de Chóchope  donde hay cacería. Hoy en día, con sus 81 años a cuestas, sigue saliendo y carga sólo su venado al hombro.
    En esta ocasión, Jorge había cazado un bonito cachudo a los 10 minutos de salir del auto, lo dejó a la sombra y nos dio el alcance nuevamente. Para la tarde y luego de no haber visto mas que hembras y maltones, el Goyo se disculpó porque tenía que regar y “le tocaba el agua”. Jorge y yo nos dividimos el terreno, él entraría bordeando una quebrada hasta llegar a la cabecera y yo entraría por el lecho de la misma un poco más tarde, esperando que Jorge vote los venados hacia mi lado. Como a las 5 de la tarde cacé un venado que venía al paso de bajada al valle junto con una hembra, me oculté tras un árbol, me apoyé en una rama y lo esperé tranquilo, ya que tenía el viento en contra y yo lo había visto antes que él a mí. Cuando lo tuve a buena distancia, le metí un chiflido y orejeó, se paró en seco a buscarme. Al verme tiré del gatillo justo antes de que pegara el salto para desaparecer para siempre. Se había quedado estático el tiempo suficiente para poderlo apuntar y asegurar mi presa. El tiro le entró por el pecho y le salió por la cola. No dio un paso y cayó sobre su sombra. Se había cumplido el plan de Jorge a la perfección y como en anteriores oportunidades, habiendo ya cazado él o yo, armábamos una estrategia para que el que no hubiera cazado, lo hiciera. Era un macho viejo y lleno de garrapatas, algo común en esta zona, de unos cachos muy lindos, abiertos y perlados. Su novia se quedó por un instante como para reclamarme su viudez, yo reconozco que me quedé estático y avergonzado, ocultándome para que no supiera la causa de su soltería.
    Esperé lo más que pude a Jorge y me regresé solo y cargando mi venado al auto, con la sorpresa de no encontrarlo. Pensé que habría escuchado mi tiro y se regresó sin dar el vueltón al cerro y salir juntos. Como a las 10 de la noche llegó el Goyo a buscarnos porque no llegaba el “niño”, como le decía a Jorge. Le comenté nuestro plan y se preocupó, sacamos las linternas y Goyo se fue por las huellas de Jorge y yo entré por la quebrada nuevamente. Como a la una de la mañana y largamente pasado el punto donde yo cacé, escuché un tiro de respuesta al mío. Seguí  avanzando y tiro a tiro nos llegamos a encontrar Jorge y yo, como a las dos horas. Estaba en el suelo, al fondo de un barranco por el que se había caído. Lúcido, pero ensangrentado y adolorido me contó lo que había pasado. Resulta que intentando buscar una bajada, se pegó a un farallón y empezó a caminar por las lajas del borde. Una de estas se partió y Jorge, como en las películas, terminó agarrado de un guaranguito en plena caída libre. Esto le salvo la vida, no yo. La cosa es que era imposible escalar de nuevo y solo le quedaba soltarse y caer los 20 metros que le faltaban. Luego de algunos interminables minutos que no me los imagino, contó hasta tres, soltó primero el rifle y luego, cerrando los ojos, se soltó él mismo. Aparentemente un arbol en la parte baja amortiguó en algo su caída, pero se dio un golpe seco en el traste y se raspó entero con las ramas y espinas. No podía caminar, sin embargo parecía no tener ningún hueso roto, los  raspetones y la ropa totalmente rota y ensangrentada le daban un aspecto muy preocupante. “Ni mas cazo”, me dijo apenas me vio, “te regalo mi rifle”, que a pesar de todo, solo tenía unos arañones, igual que Jorge. No sé por dónde ni cómo llegó a nuestro lado el Goyo y empezamos la evacuación al auto.
    Cuando llegamos eran como las 8 de la mañana, corrimos al hospital de Chiclayo y ¡sorpresa!, solo tenía unos arañazos y pequeños desgarros que se los limpiaron con agua oxigenada, tenía también un enorme hematoma que le dejo el culo negro por más de un mes. Cuando se le quitó, me reclamó el obsequio y me dijo: “Y ya son dos”, refiriéndose a otra penosa ocasión en la que se quedó perdido y sin agua en el desierto costero y yo logré encontrarlo desfalleciente y totalmente perdido.
    Llegamos al aeropuerto con las justas para tomar el vuelo de regreso y volvimos yo tratando de convencerlo que sólo había sido un susto y él pensando en lo feliz que se pondría su esposa al repetirle lo que ya me había dicho a mí: ¡NI MAS CAZO! Cosa que fue incapaz de cumplir.

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