Armas no letales: el complemento perfecto de las fuerzas del orden | ||||||||||||||
C. C. (armas.es) | ||||||||||||||
Las armas no letales se han convertido en un elemento indispensable dentro del equipamiento defensivo de las fuerzas de seguridad del estado. El principal objetivo de estas armas es incapacitar o inmovilizar al oponente, sin necesidad de herirle o producirle ningún tipo de lesión. A pesar de que muchas de ellas utilizan para su funcionamiento las más novedosas tecnologías, las armas no letales no pueden considerarse como algo totalmente novedoso. Y es que las primeras referencias oficiales de estas armas se remontan a los primeros años de la década de 1970. En aquella época, concretamente en el año 1972, la estadounidense NSF (National Science Foundation o Fundación Nacional de la Ciencia) emitió un informe público en el que daba a conocer a la sociedad un total de 34 tipos de armas no letales distintas. Aquel primer catálogo contenía armas químicas, munición plástica, pistolas eléctricas, aturdidores acústicos y luminosos… en definitiva, un amplio abanico armamentístico cuya característica común era su aparente no letalidad. Uno de los rincones del mundo donde más ha proliferado el uso de este armamento no letal es Estados Unidos. Para el Departamento de Defensa del país norteamericano, las armas no letales son aquellas que han sido específicamente diseñadas para incapacitar a una persona o a un elemento material, al mismo tiempo que su uso minimiza las muertes, las lesiones permanentes y los daños no deseados tanto a las personas, como a las propiedades y al medio ambiente.
En un principio, el uso de todas estas armas estaba exclusivamente limitado a misiones de carácter militar. Poco después, su campo de actuación fue abriéndose paulatinamente y el empleo de este tipo de armas no letales llegó hasta los cuerpos policiales y las fuerzas de seguridad. Y han sido precisamente estas últimas unidades las que, hasta el momento, más se han beneficiado de las ventajas de estos dispositivos. Así, en esta línea cabe destacar el uso por parte de policías y guardias de seguridad de elementos tan importantes como las porras, los Tasser, o las balas de goma. Sin embargo, con el paso del tiempo, el uso de estas armas no letales, reducido en principio a militares y cuerpos de seguridad, se ha ido ampliando a otros menesteres. Concretamente, en los últimos años algunas de estas armas se han comenzado a utilizar como elementos de autodefensa. Es el caso de los Tasser y, sobre todo, de los rociadores de gases lacrimógenos. El empleo de estas armas por parte de la sociedad civil está prohibido en algunos países (como en España), aunque en algunas otras naciones su uso está más que extendido. En el primer caso, el de las defensas eléctricas, destaca la presencia del Tasser. Esta compañía estadounidense comercializa diversos productos que son capaces de descargar una cantidad de electricidad significativa en el cuerpo del oponente/atacante. Uno de sus productos más destacados es el “Air Tasser”, una especie de pistola eléctrica que lanza dos dardos contra el oponente y cuya carga eléctrica es capaz de paralizarlo inmediatamente.
El otro dispositivo característico de estas armas no letales es el gas lacrimógeno. Este gas puede presentarse de múltiples formas: dentro de un lata o aerosol, en un anillo, en el interior de un bolígrafo… sea cual sea su forma, en todos los casos su función siempre es la misma: detener al agresor/oponente mediante un rocío continuo. Generalmente, este gas lacrimógeno suele estar impregnado de capsaicina, un elemento químico irritante que provoca asfixia, ceguera, tos y estornudos en la persona que se ve expuesta a su contacto directo. A parte de las pistolas eléctricas (tipo Tasser) y los spray de gases lacrimógenos, existen otras armas no letales menos populares pero con el mismo o superior nivel de sofisticación y eficacia. Se trata, por ejemplo, de pistolas aturdidoras capaces de disparar un rayo ultravioleta con carga eléctrica de 100 hercios que paraliza a un individuo a una distancia aproximada de 10 metros. Menos discretos, aunque con resultados similares, son los micro-dispositivos acústicos que emiten sonidos por encima de los 130 decibelios, la barrera que marca el límite del dolor del oído humano. En esta misma línea se encuentran unas armas que disparan una espuma pegajosa capaz de inmovilizar al agresor y dejarlo “clavado” en el suelo. En todo caso, y a pesar de su incuestionable atractivo, el uso de estas armas no letales está realmente muy limitado. Concretamente, en España, la tenencia, transporte y uso de todas estas armas está prohibido a la sociedad civil. Según el actual Reglamento de Armas, sólo los funcionarios públicos especialmente habilitados podrán hacer uso de los sprays de defensa personal y todas aquellas armas que despidan gases o aerosoles, así como cualquier dispositivo que comprenda mecanismos capaces de proyectar sustancialmente estupefacientes, tóxicas o corrosivas. El mismo Reglamento español también prohíbe el uso de defensas eléctricas, de goma, tonfas o similares a la sociedad civil. Por otra parte, la legislación internacional también prohíbe el uso de pistolas láser capaces de quemar la retina del oponente a un kilómetro de distancia.
Armas capaces de cegar temporalmente a los oponentes, aturdidores acústicos, pistolas con descargas eléctricas, armas que emiten microondas capaces de sobreelevar la temperatura corporal… en definitiva, todo un elenco de posibilidades tecnológicas al alcance de las fuerzas de seguridad. Y todo con el objetivo de reducir la capacidad lesiva de las armas, y sobre todo, su letalidad. Ahora bien, ¿verdaderamente estas armas no letales están cumpliendo su misión y compromiso? Pues, como en tantas otras ocasiones, el tiempo será el implacable juez que determine si efectivamente las armas no mortales lo son, o no. |