Psicología táctica personal. El estrés. Conceptos y entrenamiento

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    Psicología táctica personal. El estrés.  Conceptos y entrenamiento.

    Publicado por Cecilio Andrade

    ¿Qué aporta la psicología al trabajo táctico?

    «El propio gobernador del Cantón de Uri situó una manzana sobre la cabeza del joven Tell y midió treinta pasos con grandes zancadas.

    Un gran silencio inundó a todos los presentes.

    Guillermo Tell cerró sus ojos en un momento de reflexión.

    Después, pausadamente, situó una flecha en el canal de su ballesta, la aferró contra su hombro y disparó.

    El dardo cruzó el aire con un silbido y se clavó en el abeto con un golpe seco, tras partir en dos limpiamente la manzana».

    Schiller

    Guillermo Tell

    Un tirador, tanto en competición como en una operación táctica, se encuentra sometido a una serie de situaciones que producen un enorme nivel de tensión.

    En unos casos la tensión se producirá como consecuencia de la propia competición, en otros, el riesgo que entrañan de por sí las acciones en las que puede verse implicado, o la trascendencia que puede tener un fallo, producen sobre el operador un efecto importante, haciendo que este trabaje bajo unas condiciones físicas y emocionales que debe ser capaz de controlar.

    En ambos casos y a pesar de las diferencias sustanciales entre ambas situaciones, el agente se halla empeñado en una lucha consigo mismo para vencer la tensión. Un adecuado entrenamiento, así como el conocimiento de los factores que pueden influir en su estado físico y psíquico, junto con el empleo de técnicas adecuadas de autocontrol, pueden contribuir a una mayor eficacia en sus actuaciones.

    La psicología, como ciencia del comportamiento, puede servir de ayuda tanto a los operadores tácticos, como a los instructores mediante el análisis de las situaciones y la detección de variables implicadas en el aprendizaje de las técnicas y en la ejecución. Por otra parte, puede proporcionar recursos para el control de los aspectos psicofisiológicos y emocionales presentes en las diversas situaciones.

    Extenderse en este campo daría lugar a un libro, o a varios, por lo cual nos concentraremos de manera muy somera en un solo aspecto, el que más nos afecta en una acción táctica, el estrés.

    Hoy por hoy el término estrés está tan popularizado que todos lo utilizamos aplicado a diferentes situaciones como sinónimo de ansiedad, agobio, angustia, tensión, etc. La mayoría de las personas están de acuerdo en considerar los siguientes episodios como situaciones típicas de estrés: «tengo un examen dentro de dos días y no sé si me dará tiempo a prepararlo»; «el ascensor se ha parado entre dos pisos y estoy atrapado»; «he de llegar a una cita importante y estoy en medio de un atasco»…, pero este acuerdo sobre lo que es el estrés no llega mucho más lejos.

    Muchas de las situaciones en las que puede verse envuelto un operador en el curso de operaciones de alto riesgo podrían considerarse altamente estresantes y se podría elaborar una lista interminable. No sería de utilidad reseñar aquí las múltiples definiciones que del término estrés circulan por los diversos ámbitos, de modo que intentaremos limitarnos a dar una definición lo más operativa posible dentro del contexto que nos ocupa.

    Se considera que una persona está bajo estrés cuando ha de hacer frente a demandas conductuales que le resulta difícil llevar a cabo o satisfacer. Estas demandas exigen o provocan un incremento importante de la energía fisiológica del organismo, un rápido procesamiento de la información disponible, con frecuencia consistente en estímulos poco usuales o complejos, y la búsqueda o puesta en marcha de conductas que permitan satisfacer dichas demandas y alcanzar un nivel de tranquilidad.

    Así pues, las características básicas de las situaciones de estrés son:

    ÷ Exigencia excepcional al organismo.

    ÷ Falta de información sobre la situación.

    ÷ Activación fisiológica importante.

    En resumen, lo que caracteriza a una situación de estrés es el desequilibrio entre las demandas que la situación impone al individuo y los recursos cognitivos, fisiológicos y motores de que dispone para hacerle frente. En suma, el organismo se encuentra desbordado por la situación.

    Las situaciones que generalmente pueden desencadenar estrés reúnen todos o algunos de los siguientes componentes:

    ÷ Incertidumbre sobre la forma en que puede evolucionar la situación.

    ÷ Cambio repentino de las circunstancias.

    ÷ Sobrecarga de los canales de procesamiento de información, que no pueden integrar y manejar toda la información que llega.

    ÷ Falta de recursos (habilidades, conocimientos, vigor físico) para hacer frente a la situación y manejarla.

    Ante estas situaciones generadoras de estrés las personas suelen responder de una forma bastante similar:

    ÷ Generando un incremento importante de su nivel de activación fisiológica que produce, entre otros efectos:
    · Un aumento de la sensibilidad de los sentidos, que les permite identificar estímulos o señales más débiles y obtener la mayor cantidad de información posible.
    · Un incremento en la actividad del sistema cardiovascular y endocrino.
    · Un aumento del tono muscular, de la respiración y una disminución de la sensibilidad al dolor, preparando al organismo para una reacción de emergencia.

    ÷ Incrementando el nivel de activación cognitiva, de forma que se permita un procesamiento más rápido y preciso de la información recogida. Este aumento en la capacidad cognitiva del sujeto tiene un límite, de forma que, cuanto mayor sea la cantidad de información que tiene que manejar el sujeto más fácil será que se sature y se produzca un bloqueo.

    ÷ Produciendo un incremento del vigor y rapidez con la que se emiten las respuestas motoras, permitiendo que estas sean más eficaces para resolver la situación. En este punto es especialmente relevante la disponibilidad de conductas aprendidas con gran fuerza de hábito, ya que, en caso de disponer de ellas, el incremento de activación facilitará su puesta en marcha (Teoría del Impulso). En otro caso, cuando la situación sobrepasa un cierto punto, pueden desencadenarse conductas desorganizadas y repetitivas o estereotipadas.

    Hasta aquí la explicación más técnica y científica en referencia al estrés. Veamos ahora esa misma reacción de una forma más directa, lo que ocurre sobre nosotros mismos en una situación de este tipo.

    El entrenamiento táctico busca afrontar situaciones de crisis, por lo cual no debe ceñirse únicamente a las técnicas y métodos de trabajo basados en el esfuerzo físico. El aprendizaje de técnicas de trabajo psicológico dotará de recursos para afrontar reacciones de miedo, estrés o pánico.

    Hans Seyle utilizó el término estrés para definir «un conjunto coordinado de reacciones fisiológicas ante cualquier forma de estímulo nocivo, incluidas las amenazas psicológicas».

    El estudio y conocimiento de las transformaciones que se producen en el organismo durante una respuesta de estrés, descritas con el nombre de «Síndrome General de Adaptación», nos permite reconocer las variaciones de nuestro organismo y nuestra mente.

    Se distinguen tres fases claramente diferenciadas:

    ÷ Fase de Alarma

    ÷ Fase de Resistencia

    ÷ Fase de Agotamiento

    La Fase de Alarma se subdivide, a su vez, en otras dos subfases, Shock y Contrashock.

    Durante la Subfase de Shock se producen cambios en el estado de conciencia del individuo, sentimientos de confusión, incertidumbre e incapacidad para tomar decisiones, como pautas generales. Se observa parálisis y cambios de la expresión facial. Por último, internamente ocurren cambios fisiológicos nerviosos y hormonales, aumenta el ritmo cardíaco y se produce distensión muscular.

    Llegamos ahora a la Subfase de Contrashock. En un individuo sano, tras la primera sensación, destinada a provocar un estado de máxima alerta ante la situación sorpresiva, el organismo reacciona con una urgente activación fisiológica que facilita recursos excepcionales en las mejores condiciones, reaccionando por tanto en sentido opuesto: el pulso se acelera, el corazón bombea a ritmo frenético, aumenta la frecuencia respiratoria, todo ello encaminado a enviar más oxígeno a los órganos y músculos, preparándose para una posible entrada en acción.

    Tras esto aparece la Fase de Resistencia. Si la alarma continúa el organismo no puede mantener indefinidamente el ritmo antes descrito. En la fase actual el organismo trabaja con recursos superiores a lo habitual, pero de menor intensidad.

    Por último alcanzamos la Fase de Agotamiento, los recursos del organismo se han perdido de forma progresiva, incluso repentina y han llegado a ser inferiores a los valores normales, produciendo la típica reacción de piernas flojas y temblores tras la acción. Este agotamiento puede afectar a todo el organismo o a un sistema u órgano específico, pero no es irrecuperable, salvo en casos extremos.

    El entrenamiento debe incluir ejercicios que reproduzcan, de la forma más fiel posible, situaciones de riesgo, o simplemente de estrés, obligando a trabajar bajo presión psicológica. A modo de ejemplo simplemente, podemos realizar un ejercicio de tiro del tipo IPSC, pero en el cual el ejecutante debe localizar las piezas, la munición, un objeto determinado, o todo ello simultáneamente, antes de comenzar el ejercicio de tiro propiamente dicho. Si además le provocamos mayor agobio con comentarios jocosos, retirándole piezas del arma mientras la monta, o cartuchos mientras los introduce en el cargador, su nivel de estrés puede ser bastante alto. No es como si le dispararan pero, psicológica y fisiológicamente, se aproxima bastante.

    Todos los seres humanos tenemos un miedo innato, siendo el enfrentamiento con un agresor armado una de esas situaciones que no podemos calibrar hasta que sucede de verdad, y cuando llegamos a esta situación es demasiado tarde para corregir algo que resulta ser defectuoso.

    Ninguna simulación, por muy real que sea, puede preparar a nadie para enfrentarse por primera vez a un agresor armado dispuesto a matar. Pero sí podemos, y debemos, acercarnos todo lo posible a ello, siempre se reaccionará mejor que sin entrenamiento alguno.

    Si a esto le unimos una mentalización adecuada y positiva, una respuesta agresiva e inmediata, y un deseo y capacidad de superación y supervivencia, innato en todo ser vivo, es muy probable que salgamos victoriosos de cualquier enfrentamiento.

    Hemos visto en líneas generales las características de una reacción de estrés. Como hemos expuesto a lo largo de este capítulo, son los recursos de que dispone el individuo los elementos clave para manejar una situación potencialmente estresante. En función de los recursos disponibles percibiremos una situación como estresante o simplemente «emocionante».

    Un operador bien instruido puede desenvolverse en situaciones de riesgo con un alto grado de control, mientras que un novato puede percibir la misma situación como insuperable, sintiéndose completamente desbordado por ella.

    Nuestros recursos dependen de la disponibilidad de respuestas adecuadas a las diversas situaciones, desarrolladas a lo largo de un proceso de aprendizaje y de la habituación progresiva a la actuación bajo condiciones estresantes, fruto del adiestramiento permanente.

    No existen recetas mágicas, sin un mínimo conocimiento de base de los principios en los que se fundamentan las técnicas psicológicas, estas son de muy poca utilidad.

    La validez de la aplicación de estas técnicas es algo muy personal para cada individuo y depende mucho del trabajo personal de cada uno consigo mismo.

    Después de todo lo anterior queda claro que el miedo natural y sano que sentimos ante una acción armada hostil puede ser controlado y encauzado correctamente. Resumiendo, y a modo de corolario, ello se consigue principalmente por medio de los cinco puntos que ya hemos estudiado:

    ÷ Entrenamiento. Clave principal de toda supervivencia.

    ÷ Experiencia. Toda primera vez es siempre la más dura, luego se hace más fácil; cuantas más exposiciones a situaciones de riesgo, más pre-condicionados estaremos.

    ÷ Confianza. El exceso de confianza mata, ya lo dice el refrán castizo «la confianza mató al gato». A menudo, los demasiado confiados son también los que menos entrenamiento poseen, no creían necesitarlo. Los ejercicios prácticos de fuerza contra fuerza infunden mucha confianza.

    ÷ Control situacional. A mayor control del entorno, menos temor sentiremos.

    ÷ Control del miedo. Admitir que tenemos miedo. Evitar insistir en el pensamiento de fracaso. Controlar cuerpo y mente. Concentrarnos en terminar el trabajo y reforzar la capacidad de enfrentarse a lo esperado y a lo inesperado. Convertir miedo e ira en motivaciones. Y aceptar un elemento de suerte en cada posible situación.

    El miedo es la respuesta de defensa del organismo, debemos saber sacarle todo el provecho posible.

    Comenzamos haciendo una referencia a una situación de leyenda. Ahora podríamos plantearnos desde un punto de vista reflexivo ¿qué se le pasaría por la cabeza a Guillermo Tell, en el instante antes de disparar su flecha sobre la cabeza de su hijo? ¿Cómo pudo controlarlo? La respuesta a esta pregunta no viene reflejada en la leyenda.

    Puede parecernos imposible, pero nunca lo es. La mente puede con cualquier cosa.

    Con lo cual, solo se obtiene una conclusión:

    «El que crea que puede hacerlo, lo hará.
    El que crea que no puede, no lo hará».
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