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febrero 2, 2013 a las 2:47 pm #23030Cecilio AndradeMiembro
El factor quizás más importante de un buen disparo.
El punto crítico de un disparo preciso, y probablemente el más importante, es el control del disparador, de la palanca de disparo, o, más comúnmente denominado, del “gatillo”. Un buen control permite realizar el disparo, o disparos, sin que afecte en modo alguno al control de los elementos de puntería.
Debe ser pulsado suavemente hacia atrás, sin brusquedades, y sin ningún tipo de presión angular que afecte a la alineación del arma con el blanco. Aquí más que nunca es importante saber que la suavidad da precisión, y que suavidad no es jamás sinónimo de lentitud. Dos son los elementos clave para un perfecto control, la correcta colocación del dedo y que la presión ejercida no sea excesiva ni brusca.
La colocación del dedo depende de varios factores, entre otros, el sistema de disparo del arma, simple acción, doble acción, DAO, etc.
Colocación del dedo.
De forma general, la colocación del dedo debe permitir una presión totalmente paralela al eje longitudinal del arma, que no provoque ningún tipo de desviación lateral al presionar.
Empuñando con la mano derecha, y de forma general, al introducir demasiado el dedo suele observarse disparos desviados hacia la derecha, por el contrario, si solo es la punta del dedo el que empuja el disparador, el disparo tiende a ir hacia la izquierda. Si el tirador fuese zurdo las variaciones se invierten.
Ahora bien ¿qué parte del dedo debe ejercer presión exactamente?
Según el tipo de arma, o mejor dicho, según el sistema de disparo del arma, debemos apoyar una zona u otra del dedo. Para armas de simple acción lo más recomendable y común es apoyar el centro de la yema del dedo. Para armas de doble acción, en las que se requiere realizar una presión mayor y más larga, lo aconsejable es apoyar la articulación de la primera y segunda falange. En armas con sistemas del tipo DAO o similar, al no necesitar tanta presión como en doble acción, pero algo más que en simple acción, se suele aconsejar apoyar una zona entre la yema y la articulación del dedo.
Es evidente, que todo lo anterior dependerá mucho de factores como el tamaño del arma respecto a la mano, los kilos de presión del disparador y el nivel de adiestramiento del tirador, entre otros.
Reacciones instintivas.
Para nuestro cerebro, no muy distinto del de nuestros antepasados cromañones no lo olvidemos, el golpear, lanzar piedras o palos es algo sencillo, asumible y principalmente, es natural. Pero, siempre hay uno, para todos es evidente que el que se produzca una explosión en el extremo de nuestra mano es algo, cuando menos, antinatural.
Es por ello que cuando disparamos, antes y durante el mismo más exactamente, nuestro cerebro tiende a querer alejarse de esa explosión, cerramos los ojos, nos encojemos, nos tensamos excesivamente, entre otras cosas.
Evidentemente esto provoca errores de precisión en nuestros disparos.
¿Cómo podemos evitarlo? ¿Cómo entrenamos para evitar esas reacciones?
Con una técnica tan antigua como sencilla, el disparo por sorpresa.
A casi el 100% de los tiradores se les ha explicado en alguna fase de su adiestramiento aquello de “el disparo debe sorprenderte”, si bien en la fase de iniciación es fundamental esta técnica, y en el tiro de precisión por supuesto, esta técnica y también nos permite corregir el instinto erróneo que hemos comentado.
Al presionar el disparador, notando los clics de los pasos del mismo, pero sin pensar en ello, manteniendo nuestra atención totalmente centrada en los elementos de puntería y en el blanco, y en su correcta alineación, aplicaremos una presión constante, homogénea y suave, hasta que en un momento dado, BANG, se “escapa” el disparo. Eso es por definición un disparo por sorpresa.
Un buen amigo norteamericano, al comentar esta técnica, la compara con la aplicación de un colirio, veamos porque. Cuando colocamos el pequeño bote sobre nuestro ojo, primero debemos visualizar el agujero del gotero de forma correcta y centrada, tras lo cual se presiona poco a poco hasta que una gota cae “por sorpresa” en el ojo. Si la alineación no es la correcta la gota probablemente no alcanzará el ojo. Pero si ejercemos una presión excesiva o irregular, las gotas, o el chorro, alcanzarán definitivamente cualquier lugar menos el ojo.
Es importante el que el disparo no se pueda prever, sabemos que se producirá el disparo, pero no el instante exacto del mismo. Hay que buscar que el disparo surja de imprevista, si ello no es así, el ejercicio no servirá de nada, al menos respecto a lo que buscamos corregir.
Con este simple ejercicio podemos corregir no solo los efectos reactivos adversos, cerrar ojos, presión excesiva del arma, sino además el fenómeno negativo denominado gatillazo.
La mente humana está programada para poder concentrase con precisión y exactitud en un único objeto o acción en concreto, no en más. Bajo presión esta capacidad se agudiza aún más.
Mientras mantengamos nuestra concentración en la alineación correcta del alza y el punto de mira en un punto concreto del blanco, la mente no podrá definir cuando la presión del disparador soltará el disparo. Se concentrará en la puntería olvidando la explosión que se producirá, con lo cual se perderá ese miedo instintivo al disparo, y mejorando la capacidad de alcanzar un blanco con precisión y eficacia, sin perderlo en ningún momento de vista.
Del ejercicio a la realidad.
Es evidente que el ejercicio anterior no es válido para una acción defensiva o de combate, no es posible perder tanto tiempo en realizar un disparo cuando la propia vida, o la de terceros, están en juego.
De todas formas, en esas situaciones, la atención siempre está, por instinto, en el blanco y las miras, jamás en el disparador. Es por ello que si se ha entrenado de forma correcta el movimiento del dedo este actuará de idéntica forma, solo que más rápido.
E aquí donde entra en juego otro factor muy importante, y también muy olvidado, en el tiro defensivo y de combate, el gatilleo.
El gatilleo consiste en identificar los distintos pasos o tiempos que realiza el disparador antes de que se produzca el disparo. Esto permite conocer cuanto recorrido mínimo podemos soltar el disparador para que vuelva a armarse el sistema de disparo tras una acción de fuego, y poder volver a presionarlo para repetir el disparo. Es evidente que cuanto menor sea el recorrido del disparador, menor será el movimiento del arma, y también menor la posibilidad de errar el punto de impacto.
Al disparar un arma esta se eleva, mientras mantenemos la atención en recuperar la alineación con el blanco, sobre todo del punto de mira, el dedo no soltará el disparador. Mientras el retroceso siga actuando mantendremos esa presión. Una vez recuperada la alineación de los elementos de puntería soltaremos ligeramente el disparador hasta que el sistema vuelve a armarse para otro disparo.
¿Cuándo ocurre esto?
En la mayoría de las armas modernas basta con soltar un par de milímetros el disparador, notándose un ligero “clic” sonoro que lo identifica, tras lo cual podemos volver a presionar para repetir otro disparo.
Evidentemente en una acción real no podemos estar pendiente de detectar u oír ese “clic”, esto es algo que debemos entrenar previamente, para que luego, en la cruda realidad surja de forma natural e instintiva.
El no entrenar este punto genera que el dedo suelte en exceso el disparador, con lo cual, no solo el arma se moverá en exceso entre cada disparo sino que además se perderá un tiempo precioso y necesario.
Todo esto no es un secreto de maestros, todo lo contrario, es algo que casi todos el mundo de los tiradores, del tipo que sean, repiten hasta la saciedad, pero curiosamente, no todos entrenan, y muchos menos comprenden su importancia.
Estudiar y comprender es la obligación de todo profesional armado, ya que portar un arma no es simplemente por uniformidad, es para servir y proteger, algo que debe hacerse desde la profesionalidad y la dedicación.
Al fin y al cabo, esa es la diferencia clave, profesionalidad y la dedicación.
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