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octubre 10, 2010 a las 5:11 am #19745
Tomate©
MiembroEsta es una anécdota que cuando la cuento en familia y amigos es motivo de carcajadas y risas a granel, el único que no se ríe soy yo…..
A mis 18 años, fuimos de vacaciones con mi madre a la ciudad de Mar del Plata (800 kms. de Rosario), una ciudad marítima e icónica de las ciudades turísticas de mi país. Referente internacional incluso.
Parábamos en la casa de unos amigos, Susana y Rubén, que habían sido vecinos de mi casa por mas de 15 años y sus hijos Hebe y Omar tenían apenas unos pocos años menos que yo. Por cuestiones laborales, Rubén fue trasladado a la sucursal de Mar del Plata del Banco de la Nación. Al despedirse dejaron pendiente la invitación a que fuéramos unos días a visitarlos.Llamada la ciudad
luzFeliz, Mar del Plata es netamente turística.Pasó año y medio hasta que mi “vieja” me dice ¿Querés que vayamos a Mardel, de Rubén y Susana?”, imaginarán mi respuesta, yo tenía los 18 años cumplidos y entre las cosas que deseaba hacer era jugar en el casino y pescar en el mar, hasta el momento mi vida de pescador había sido siempre en agua dulce.
Como íbamos en colectivo no pude llevar mis equipos y cañas, pero confiado en que allá lo resolvería, no me preocupé mayormente.
Una vez allí estábamos a 3 cuadras del mar, en pleno centro de la ciudad, en los primeros días fui sondeando el terreno, y viendo a los pescadores en los espigones, preguntando sobre carnadas y modalidades, en fin.
Una noche en la cena Rubén me dice “¿Qué te gustaría hacer Adrián?” Pescar!!! dije casi sin darle tiempo a terminar la frase, “Nunca pesqué en el mar, soy pescador de agua dulce y correntada”. Rubén me dijo que algún compañero del Banco podría prestarme cañas y demás elementos, que haría la gestión al día siguiente.
Susana me dijo, “traéme corvina, que tengo una receta de corvina a la vasca que quiero probar” asentí, mientras mi vieja explicaba que me gustaba pescar y que desde chico ponía pescado en la mesa familiar producto de mis incursiones de pesca.El objetivo, si quería corvina a la vasca.
Con la promesa de conseguir equipo, ya puse en marcha el plan, conseguir carnada, elegir el lugar para instalarme, en fin… también pensé que sería muy lindo irme de madrugada antes que saliera el sol y ver el amanecer en el mar. En la cena de esa noche comuniqué mi idea y mi madre dice “Yo te acompaño”, intenté disuadirle pero fue inútil, así que me resigne a que no me desharía de ella en esta aventura.
[img]http://3.bp.blogspot.com/_3V4RxDHFhko/S1eFX-t2ghI/AAAAAAAAAUg/mUnOYOsH0XE/s320/DSC00138.JPG[/img]
Algo así era el incentivo para intentar una buena pesca.
4 a.m. nos levantamos, preparamos el mate, mi “vieja” el tejido en una bolsa plástica y yo una radio pequeña, comenzamos la caminata hacia el espigón de Punta Iglesias, que fuera el elegido para esta ocasión. Era noche cerrada cuando llegamos, pero ya se veía el inicio del amanecer como una pequeña claridad que asomaba por el horizonte. El espigón estaba más concurrido que lo que había calculado cada 3 o 4 metros había grupitos de 2 o 3 personas con sus respectivas cañas, líneas y demás implementos, justo a la entrada del espigón y sobre la costa de piedras había dos muchachos pescando con “mediomundo” (un aro de metal con red que se utiliza a modo de colador). Según nos dijo el vendedor de carnada habían estado toda la noche “mundeando”.
Los espigones que avanzan hacia el mar, el del relato es el 1º o el 2º desde abajo.
Nos adentramos en el espigón, mi idea era ir “mar adentro” así que avancé todo lo que pude, saludábamos y éramos saludados con un “buenos días” o algún “hola”, encontré un espacio donde acomodarme sin molestar a los demás pescadores, dejé las cosas en el piso, y empecé a preparar la caña, puse el reel, armé los dos tramos de caña, puse la brazolada con 2 anzuelos y una plomada tipo moneda de 80 grs. (peso recomendado por los pescadores días antes), encarné concienzudamente ambos anzuelos con “anchoíta”, carnada recién comprada, elegí el lugar y lancé, acostumbrado al río pensé que mi plomada correría hasta posarse en el fondo, pero grande fue mi sorpresa cuando cayó y quedó ahí nomás, mientras el reel horizontal seguía chillando y desenredando sedal fiiiiiiiiii….!!!!! Hacía el maldito!!!. “Ayudame má” dije, pero no hubo respuesta, ahí caí que la “vieja” había estado muy callada desde hacía un rato, me doy vuelta para ver donde andaba y no la veo…. ¿Qué pasó? ¿Donde se habrá metido?, en ese instante me doy cuenta que su tejido estaba puesto sobre mis cosas pero sin la bolsa plástica con manijitas que le era habitual, por un segundo me asaltó la idea de ¿Se habrá caído al agua?.
Miré al vecino y le dije:
– ¿No viste a mi vieja??
– ¿No es aquella que viene allá?
Miro y la veo venir desde la costa con su bolsa del tejido, ¿Dónde habría ido me pregunte’?, ¿se habrá dado cuenta que el tejido le quedó aquí? Pensé, pero ya tranquilo de que no era carnada para tiburones decidí volver al reel que tenía su buena “galleta” por esta cosa de que la plomada no había corrido como en el río.
De pronto un murmullo de mis vecinos me hace salir de mi concentración, miro a mí alrededor y veía que los vecinos reían a mandíbula batiente, los que no entendían nada preguntaban y los veía que les cuchicheaban y ahora estos reían también, la escena se iba repitiendo a lo largo del espigón de ambos lados, en medio de las risas de todos veo a mi “vieja” ya mucho mas cerca, una segunda mirada repara en dos colas de pescado que asomaban de su bolsa de tejido, asombrado, con ojos de huevo duro pregunté.
– ¿Dónde te metiste?.
– Fui a comprarle dos corvinas a los muchachos de la punta. Contestó con su mejor cara de ingenuidad.
Las carcajadas estallaron en todo el espigón mientras mi furia crecía de manera desmedida. Mi vecino poné la frutilla del postre diciendo.
– Señora!!! Que poca fé le tiene al hijo!!!! – el muy bandido apenas podía hablar de la risa.
Voy a omitir la catarata de improperios que le dije a mi madre, porque nos cierran el foro.
La mandé de vuelta con sus pescados y tejido diciéndole que agradeciera no ser carnada en ese momento.El sol asomaba en el horizonte y las carcajadas de mis compañeros de espigón aún no se había calmado cuando decidí que no volvería hasta por lo menos pescar una corvina más que las que mi madre había comprado, le iba a hacer comer pescado hasta el día que volviéramos y le pesarían en su conciencia toda la vida.
Al final del día el botín fueron dos corvinas rubias casi del tamaño de las que compró mi “vieja” y una negra de gran tamaño, a decir de uno de los pescadores “La más grande que vi esta temporada hasta ahora”.
Corvina Negra otro de los peces cobrados ese día.
De vuelta a la casa me esperaba la solidaridad de Rubén y Susana y una madre compungida que intentaba explicar que ella quería traer corvina para que hicieran la corvina a la vasca.
Obviamente que cocinamos una de mis corvinas y estaba muy rica, las que mi madre compró le fueron cocinadas y servidas en sucesivos almuerzos y cenas, no consiguió ayuda para comerlas.Espero que les haya gustado, esta es una de esas anécdotas que se repiten y repiten en los encuentros familiares y de amigos, muchos años después sigue vigente y casándonos muchísima gracia (bueno a mi no).
Un abrazo
Saludos desde Rosario, Argentina
Presumiendo ser el 1º Socio Honorario de la S.T. T.D.P.
Tomate©
q=) -
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