Fisiologia en el Enfrentamiento Armado

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    FISIOLOGÍA EN EL ENFRENTAMIENTO ARMADO
    Por: Ernesto Pérez Vera
    Instructor de Tiro Policial y Defensivo

    Dando un repaso desde el principio de los tiempos, podemos decir que cuando el humano percibe una situación de peligro para su vida o para su integridad física, su organismo de modo automático experimenta una serie de cambios que ayudan o preparan, al sujeto objeto de la agresión, a soportar el ataque y hacerle frente, o bien le facilitan la huída para ponerse a salvo.

    Esto viene ocurriendo con los seres humanos desde antes de ser tales humanos, ocurría aún siendo seres prehistóricos, de hecho somos los seres vivos que mejor hemos podido aprovechar esos cambios fisiológicos para sobrevivir; por ello, hemos llegado a ser lo que somos hoy en día.

    Llegados a este punto, es bueno reflexionar sobre la posición de nuestros órganos sensoriales dentro de nuestro cuerpo. El ser humano no tiene por casualidad los ojos en el frente de la cara, los oídos simétricamente establecidos a cada lado de la cabeza y la nariz justo entre esos órganos sensoriales mencionados, y a la vez encima de la boca. No es casualidad.

    El humano ha evolucionado mucho desde que “bajó del árbol” y ha sobrevivido a sus enemigos (otros seres iguales y animales depredadores) y ha conseguido vivir de su caza gracias a que combate, y lo hace de modo frontal, no combate o hace frente a la agresión y a la amenaza de modo lateral ni de espaldas; sino que, ante la percepción del peligro, ya sea por el sentido de la vista, oído u olfato, cuyos órganos se encuentran simétricamente y estratégicamente localizados en la cabeza, se gira y desde la posición de frente, combate o busca la huída. La huida, no es más que otra forma de sobrevivir.

    Una vez localizada esa amenaza, es cuando realmente el organismo es consciente de que está en peligro, y es en ese momento, cuando el cuerpo experimenta de modo automático una serie de cambios que aportarán capacidades de lucha o de huída. Eso pasaba cuando un humano era atacado por un depredador hace tres mil años o ahora cuando un agente de policía focaliza una agresión y a su agresor. Lo manifestado anteriormente, es parte de lo que hoy en día es llamado estrés de combate.

    Se estudian dos factores en el ESTRÉS DE COMBATE, el Factor Psicológico y el Factor Fisiológico.

    Factor psicológico, es el que domina el miedo, el deseo de vivir y la preparación del sujeto objeto de la agresión. Cuando el sujeto objeto de la agresión física violenta, se siente preparado para la lucha, mantiene cierto control de la situación y se siente más “normal” ante la agresión o situación hostil.

    Cuando el agredido, no se siente preparado, bien por la falta de formación o bien por no esperar la agresión y venirle, ésta, por total sorpresa, el sujeto pasa por las fases de estrés positivo o negativo, si lo hace primero por el EUTRÉS (estrés positivo) será un buen momento para iniciar la defensa, pero si entra en DISTRÉS (estrés negativo) ya será casi imposible hacer una defensa eficaz, por perderse todo el control del cuerpo y de sus reacciones. El Distrés, propicia la huida del combate o el abandono de sí mismo ante la agresión.

    El Factor Fisiológico, NO es dominado por el sujeto. Cuando entra en “juego” la fisiología, se producen reacciones automáticas en el cuerpo humano, así pues el cuerpo ante la necesidad de preparar a sus órganos para sobreponerse a heridas, segrega hormonas como el CORTISOL, ADRENALINA Y NORADRENALINA, estas dos últimas también denominadas respectivamente epinefrina y norepinefrina.

    En todo esto, actúan de forma fundamental, el Sistema Nervioso Simpático y S. N. Parasimpático. El primero, el Sistema Nervioso Simpático, es el que desde el punto vista psicológico, nos prepara para el ataque o la defensa inesperada, es el que estimula las glándulas suprarrenales; dilata las pupilas, aumenta el ritmo cardiaco, otorga fuerza, disminuye las contracciones estomacales, o sea, paraliza la digestión.

    Sobre el Sistema Nervioso Parasimpático, de un modo muy liviano, podríamos decir que es el que cuando actúa, devuelve a la “calma” al organismo, o sea, a situación de reposo o tranquilidad.

    Los fenómenos fisiológicos del cuerpo en situación de estrés de combate, se pueden resumir del siguiente modo: Ante la agresión detectada por el sujeto y previendo la posibilidad de resultar muerto o herido grave, EL SISTEMA NERVIOSO SIMPÁTICO, se activa y provoca en el organismo, los cambios antes referidos.

    Cuando el S.N. Simpático actúa, el hipotálamo y la hipófisis segregan por todo el cuerpo humano CORTISOL -esteroide-, y éste, aumentará la presión arterial y llenará el torrente sanguíneo de glucosa (la glucosa aporta capacidad de resistencia).

    Las Glándulas Suprarrenales, segregarán adrenalina y noradrenalina; estas hormonas, aumentarán el ritmo cardíaco. Las pupilas se dilatarán y se redistribuirá la sangre a los grupos musculares grandes, para así, otorgarles más capacidad de resistencia en el combate. Esto puede tardar cuatro segundos, pero una vez que la adrenalina llega al corazón, las reacciones tardarán un segundo en producirse.

    El estrés de combate provoca vasoconstricción, y eso hace que a los órganos que NO vamos a usar en el combate, les llegue MENOS oxígeno y menos sangre. Por ejemplo el sistema urinario o vegetativo dejan de funcionar (son órganos que nuestro cuerpo no precisa usar durante el combate), ésta paralización, podrá durar días y se puede decir que hasta la necesidad de comer queda neutralizada temporalmente.

    Sin embargo, en los órganos del cuerpo que SÍ vamos a utilizar para nuestra defensa o huída del agresor, se produce vasodilatación, como por ejemplo, en los músculos de las piernas y brazos, los cuales serán usados para la defensa “a golpes”, manejo de armas, aferrarse a un objeto o correr.

    Un cirujano amigo mío lo define muy someramente, y de modo un tanto grosero, con la frase siguiente: EL ESTRÉS DE COMBATE, TE CIERRA EL CULO (la necesidad de ir al baño)

    El primer cambio, que se puede percibir, es el aumento de las pulsaciones cardíacas, así pues cuando el cuerpo alcanza entre 115 y 145 ppm (Pulsaciones por Minuto), se puede decir que el cuerpo está en óptimas condiciones de combatir; se produce lo que se denomina EUTRÉS. Se tiene el máximo nivel de habilidad motora, si bien la habilidad digital se comienza a perder. Se alcanza una óptima visión periférica y una buena capacidad cognitiva.

    Cuando las ppm suben a 145-175 se pierden la habilidad motora compleja, se deteriora el proceso cognitivo y se deteriora la capacidad auditiva, lo que se viene denominado, oído túnel.

    El oído se “cierra” y se disminuye la capacidad auditiva. Esto quedó demostrado en un 84% de los casos estudiados, en un importante trabajo científico, con agentes que vivieron situaciones límite en enfrenamientos armados en los EE.UU. Así pues, el agente que dispara o es disparado, a veces, no oye los disparos que recibe, incluso, ni los suyos propios; esos disparos, los oiría del mismo modo que en los entrenamientos con protector auditivo, o sea, muy atenuados. Así pues, es mucho más real entrenar con protección auditiva que sin ella.

    Los músculos faciales activan el tensor del tímpano y se cierra, eso es lo que provoca el llamado túnel de oído.

    Cuando las ppm suben a 175 ppm o más, se entra en situación de pánico y es cuando se obtiene el máximo nivel de habilidad motora gruesa, por ello se podrá correr para huir o para combatir, pudiendo obtener resistencia hasta el final del enfrentamiento, aún estando en situación de herido de cierta gravedad. Un agente no entrenado de modo suficiente para situaciones reales, y no mentalizado de que puede perder la vida cuando menos lo espere, o NO mentalizado de que puede tener que disparar a otra persona para salvar su vida, cuando llega a la situación de pánico es más que probable que se bloquee mental y físicamente.

    Alcanzados las 175 ppm, o más, se pierde la visión periférica y solo queda, de modo óptimo, visión en profundidad. A ese efecto, se le llama visión o efecto túnel. El ojo pierde riego sanguíneo, se queda fijo en la cuenca ocular, los ojos no se mueven y el cuello no gira, obligando al cuerpo a girar hacia la agresión, dirigiéndose a ella de modo frontal. Se hace imposible ajustar el cristalino y no se puede tomar los elementos de puntería de modo óptimo. Un 70% de agentes que vivieron situaciones límite, en enfrentamientos, y que fueron científicamente estudiados, confirman que su visión se vio seriamente alterada.

    En la situación de pánico, (cuando se superan las 175ppm) el ser humano llega a querer “desconectar” de la situación. Mediante otra hormona, la ACETILCOLINA, se podría alcanzar el desmayo pues se baja la presión arterial, se ralentizan los movimientos, disminuye el tono muscular, y es una forma natural de no sentir lo que nos puede venir encima, o incluso lo que ya tenemos sobre nosotros.

    Cuando las pulsaciones por minuto se aproximan a las 200, o las superan, se podrán tener lagunas de memoria, entendiendo que dichos picos de ppm son alcanzados en el fragor de un incidente y no durante la actividad físico-deportiva. Así pues, tras un incidente serio contra la vida humana, es frecuente que una persona solo pueda recordar, en las 24 horas siguientes, aproximadamente el 30% de lo que ocurrió, subiendo al 50% en las siguientes 48 horas, y al 75-95% en las siguientes 72-100 horas.

    Se ha comprobado que quienes superaron, en una situación límite y crítica, las 200 ppm, fueron “víctimas” de lo que se denomina Hipervigilancia. Lo anterior puede suponer que la persona, en esa situación, realice sistemáticamente y sin necesidad, acciones repetitivas que no le llevan a nada. Incluso puede que abandone la situación de protegido, tras barricada, y se someta inconscientemente al “fuego” o ataque enemigo. En fin, se actúa de modo irracional.

    Para mejor comprensión de lo anteriormente expuesto, detallo cuales son los tres tipos de habilidades motoras y su características:

    La habilidad MOTORA FINA, también llamada DESTREZA DIGITAL, es la que nos permite manipular extracciones de cargador, aperturas de fundas, municionar cargadores, quitar seguros o accionar la palanca de retenida del arma. Estas habilidades se pierden por encima de las 115 ppm, son las primeras en perder el sujeto cuando entra en situación de combate, llegando a veces a no poder efectuar correctos cambios de cargadores o quitar el seguro del arma; cuando sin embargo, en los entrenamientos en la galería de tiro, esas manipulaciones las realizaba perfectamente.

    La habilidad MOTORA COMPLEJA, es la habilidad que se pierde al alcanzar las 145 ppm. Es la habilidad que permite efectuar varias tareas a la vez, por ejemplo sacar el arma a la vez que se pide apoyo por radio o se dan órdenes al agresor, o se trata de comunicar con el agente de apoyo que se encuentra en la misma escena del encuentro. Una vez que alcanzamos las 145 ppm dejaremos de poder hacer esas tareas que en situación normal, de entrenamiento, sí podíamos llevar acabo sin complejidad alguna.

    La habilidad MOTORA GRUESA, es la última que pierde el agente objeto de la agresión mortal, involucra a varios órganos y masas orgánicas a la vez, se bombea sangre a las piernas y brazos que son los órganos que tradicionalmente y desde el principio de los tiempos, hemos usado para trepar, correr o lanzar armas al depredador o al enemigo. La habilidad Motora Gruesa, otorgando al combatiente fuerza y resistencia bien para facilitar la huida del combate o la capacidad de resistirlo.
    Por todo lo expuesto es de rigor profesional el organizar ejercicios de tiro de adiestramiento defensivo y reactivo que no sean complejos sino que sean de fácil asimilación para el agente alumno.

    Llegado el momento del combate, el cuerpo y la mente actuarán del modo más natural, de manera que, en ese momento el cerebro puede ordenar ser más rápido y eficaz. Así pues, muchas son las veces que agentes de policía ante un enfrentamiento serio y real contra su vida, actúan de modo distinto a como fueron entrenados. Esto, podría ser parte de otro artículo, dedicado a los entrenamientos reales y a los entrenamientos entretenidos y estéticamente “vendibles” en fotos y videos de promoción -ante los políticos y opinión pública- y que solo son actos deportivos que no inculcan reacciones instintivas de supervivencia, y en contra de los cuales me encuentro, cuando la gente los confunde con entrenamiento policial.

    Saludos cordiales.

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