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agosto 12, 2009 a las 11:35 pm #17530willy9mmMiembro
Este es un articulo publicado hace ya unos cuantos años, en la prestigiosa revista Magnum de la Argentina, por el señor Daniel Paolantonio a mi me emociona mucho aun hoy pese a haberlo leído mil veces, ahí se los transcribo.
PARA QUE MI MUJER COMPRENDA
Amor mío, me voy de cacería nuevamente.
Veo en tus ojos el reproche callado de dejarte sola.
Tu amor interminable y hondo te lleva aponer en mi bolso mas abrigo y
a alcanzarme la petaca de plata que dejaba olvidada.
Pero se que no podes, por mas que insistas en tratar comprender, el afán que me embarga al ir de caza.
Es que siento en el alma ese amor por los espacios abiertos; por la caminata infernal, por el olor de los caballos; el aceite; las armas, la fogata y la aventura.
Necesito un lugar alejado y con ruido de pastos, vientos, pájaros.
Quiero ensuciarme, descuidar mi aspecto, oler a cansancio y pasar frió.
Quiero ver un río, plantas con espinas, abejas salvajes y flores silvestres.
Nieve y hielo, barro y piedras.
Quiero medirme manejando en arenales, tirando a la carrera; cambiando una goma pinchada en la lluvia y reírme con mi compañero de caza de pavadas.
Quiero extrañarte e imaginarte esperando mi regreso.
A veces siento que he nacido en épocas equivocadas, donde el triunfo de un hombre se mide en plásticos de tarjetas de crédito, donde el frío se regula con el termostato y el calor del verano no existe al prender un aire acondicionado.
He nacido en una época de traiciones y luchas por una cuenta de banco; donde todo se compra y todo se vende.
Donde la armadura es un traje y la cota de malla una corbata de seda.
Cuando cazo, amor mío, me alejo de este mundo de bocinas, de escapes venenosos; de fast food y colas de impuestos.
Me alejo del confort, del lujo y de la televisión que me idiotiza.
Este mundo no nos permite usar los músculos, sino lucirlos en verano; no nos deja peludear en el barro, sino embotellarnos a bocinazos y odiar a los demás.
Yo acepto las reglas del juego.
Soy lo suficientemente civilizado como para convivir en esta ciudad de locos.
Pero déjame que me escape cada tanto, que queme el sol mi cara y me congele la helada.
Amo a mis armas porque son el juguete que me transporta a ese gran juego que es la caza.
No veas en ellas un instrumento de muerte, ya que son de vida. Porque jamás me siento mas vivo que cuando las empuño tras la presa.
Ya veras que cuando no pueda mas hacerlo, sentado al sol, o donde me pongan las cariñosas manos de los hijos o las tuyas, una sonrisa lejana se dibujara en mis labios resecos.
No pienses que sea la chochera de mi vejez inevitable, sino que estaré recordando alguna cacería.
Y si me vieras abatido y solo, aburrido en mi sillón, harto del calor y el confort y achaques, pon en mis manos un viejo fusil gastado.
Y al tocar la madera amiga, rozar sus formas de acero y oler su aceite, me transportare en el tiempo, hacia el monte, la montaña o la espesura.
Y veras entonces que mis manos apretaran al viejo compañero tratando de recuperar esos momentos ya idos.
Quizás sea, mi amor, que me voy hoy de cacería para poder recordar mañana -
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